Uno de los más graves errores del pensamiento "moderno", cuyas salpicaduras aún padecemos, ha sido confundir la sociedad con la asociación, que es, aproximadamente, lo contrario de aquella. Una sociedad no se constituye por acuerdo de las voluntades presupone la existencia de una sociedad, de gentes que conviven, y el acuerdo no puede consistir sino en precisar una u otra forma de esa convivencia, de esa sociedad preexistente.
Triunfa hoy sobre toda el área continental una forma de homogeneidad que amenaza consumir por completo aquel tesoro. Dondequiera ha surgido el hombre-masa de que este volumen se ocupa, un tipo de hombre hecho de prisa, montado nada más que sobre unas cuantas y pobres abstracciones y que, por lo mismo, es idéntico de un cabo de Europa al otro. A él se debe el triste aspecto de asfixiante monotonía que va tomando la vida en todo el continente. Este hombre-masa es el hombre previamente vaciado de su propia historia, sin entrañas de pasado y, por lo mismo, dócil a todas las disciplinas llamadas "internacionales". Más que un hombre, es sólo un caparazón de hombre constituido por meros idóla fori; carece de un "dentro", de una intimidad suya, inexorable e inalineable, de un yo que no se pueda revocar. De aquí que esté siempre en disponibilidad para fingir ser cualquier cosa. Tiene sólo apetitos, cree que tiene sólo derechos y no cree que tiene obligaciones: es el hombre sin la nobleza que obliga-sine nobilitate-snob.
Como el snob está vació de destino propio, como no siente que existe sobre el planeta para hacer algo determinado e incanjeable, es incapaz de entender que hay misiones particulares y especiales mensajes. Por esta razón es hostil al liberalismo, con una hostilidad que se parece a la del sordo hacia la palabra.
La historia es la realidad del hombre. No tiene otra. En ella se ha llegado a hacer tal y como es. Negar el pasado es absurdo e ilusorio, porque el pasado es "lo natural del hombre que vuelve al galope". Los doctrinarios despreciaban los "derechos del hombre" porque son absolutos "metafísicos", abstracciones e irrealidades. Los verdaderos derechos son los que absolutamente están ahí, porque han ido apareciendo y consolidándose en la historia: tales son las "libertades", la legitimidad, la magistratura, las "capacidades"
Tomando en cuenta las siguientes tesis:
Primera Parte: La rebelión de las masas
Como el snob está vació de destino propio, como no siente que existe sobre el planeta para hacer algo determinado e incanjeable, es incapaz de entender que hay misiones particulares y especiales mensajes. Por esta razón es hostil al liberalismo, con una hostilidad que se parece a la del sordo hacia la palabra.
La historia es la realidad del hombre. No tiene otra. En ella se ha llegado a hacer tal y como es. Negar el pasado es absurdo e ilusorio, porque el pasado es "lo natural del hombre que vuelve al galope". Los doctrinarios despreciaban los "derechos del hombre" porque son absolutos "metafísicos", abstracciones e irrealidades. Los verdaderos derechos son los que absolutamente están ahí, porque han ido apareciendo y consolidándose en la historia: tales son las "libertades", la legitimidad, la magistratura, las "capacidades"
Tomando en cuenta las siguientes tesis:
- Primera: el liberalismo individualista pertenece a la flora del siglo XVIII.
- Segunda: la creación característica del siglo XIX ha sido precisamente el colectivismo.
- Tercera: esta idea es de origen francés(Bonald y Maistre).
Liberalismo nos sorprende que su presunta defensa del individuo no se basa en mostrar que la libertad beneficia e interesa a la sociedad. También fue aquél un tiempo de masas y de pavorosa homogeneidad. Los Antónimos se advierte claramente un extraño fenómeno, menos subrayado y analizado de lo que debiera: los hombres se han vuelto estúpidos. Después de él, las cabezas se obliteran y salvo los Alejandrinos, no van a hacer más que repetir, estereotipar. El otro carácter aterrador del latín vulgar es precisamente su homogeneidad.
La masa en rebeldía ha perdido toda capacidad de religión y de conocimiento. No puede tener dentro más que política, una política exorbitada, frenética, fuera de sí, puesto que pretende suplantar al conocimiento, a la religión, a la sagesse -en fin, a las únicas cosas que por su sustancia son aptas para ocupar el centro de la mente humana-. La política vacía al hombre de soledad e intimidad, y por eso es la predicación del politicismo integral una de las técnicas que se usan para socializarlo. El hombre-masa de un hombre hermético, que no está abierto de verdad a ninguna instancia superior.
Al contemplar en las grandes ciudades esas inmensas aglomeraciones de seres humanos, que van y vienen por sus calles o se concentran en festivales y manifestaciones políticas, se incorpora en mí, obsesionante, este pensamiento. De aquí la acción de la masa. Los demagogos han sido los grandes estranguladores de civilizaciones. La demagogia esencia del demagogo está dentro de su mente y radica en sus irresponsabilidad ante las ideas mismas que maneja y que él no ha creado, sino recibido de los verdaderos creadores. La demagogia es una forma de degeneración intelectual del problema total que es para el hombre y aun especialmente para el hombre europeo su inmediato porvenir, un solo factor: la caracterización del hombre medio que hoy va adueñándose de todo.
Primera Parte: La rebelión de las masas
"El hecho de las aglomeraciones"
Hay un hecho que, para bien o para mal, es el más importante en la vida pública europea de la hora presente. Este hecho es el advenimiento de las masas al pleno poderío social. Masas, por definición, no deben ni pueden dirigir su propia existencia, y menos gobernar la sociedad, Crisis, se llama la rebelión de las masas, la aglomeración, del "lleno". Las ciudades están llenas de gente. Las casas, llenas de inquilinos. Los hoteles, llenos de huéspedes. Los trenes, llenos de viajeros. Los cafés, llenos de consumidores. Vemos la muchedumbre, como tal, posesionada de los locales y utensilios creados por la civilización. El hecho es que antes ninguno de estos establecimientos y vehículos solía estar lleno, y ahora rebosan, queda fuera gente afanosa de usufructuarlos. Sorprenderse extrañarse, es comenzar a entender. Es el deporte y el lujo específico del intelectual.
La aglomeración, el lleno, no era antes frecuente. ¿Por qué lo es ahora?. Los individuos que integran estas muchedumbres preexistían, pero no como muchedumbre. ¿Dondequiera? No, no; precisamente en los lugares mejores, creación relativamente refinada de la cultura humana, reservados antes a grupos menores, es definitiva, a minorías. La muchedumbre, se ha instalado en los lugares preferentes de la sociedad. El concepto de muchedumbre es cuantitativo y visual. La sociedad es siempre una unidad dinámica de dos factores: minorías y masas. Las minorías son individuos o grupos de individuos especialmente cualificados. La masa es el conjunto de personas no especialmente cualificadas. Masa es "el hombre medio". Para formar una minoría, sea la que sea, es preciso que antes cada cual se separe de la muchedumbre por razones especiales, relativamente individuales. Hecho psicológico, sin necesidad de esperar a que aparezcan los individuos en aglomeración. La división de la sociedad en masas y minorías excelentes en clases de hombres, y no puede coincidir con la jerarquización en las clases superiores e inferiores, los obreros que antes podían valer como el ejemplo más puro de esto que llamamos "masa".
Los locales no estaban premeditados para las muchedumbres, puesto que su dimensión es muy reducida y el gentío rebosa constantemente de ellos, demostrando a los ojos y con lenguaje visible el hecho nuevo: la masa, que sin dejar de serlo, suplanta a las minorías. Yo dudo que haya habido otras épocas de la historia en la que la muchedumbre llegase a gobernar tan directamente como en nuestro tiempo.
"La subida del nivel histórico"
La época de las masas es la época de la colosal. Vivimos bajo el brutal imperio de las masas. "Yo no puedo sufrir un baile al que han sido invitadas menos de ochocientas personas" A través de esta frase vi que el estilo de las masas triunfa hoy sobre todo el área de la vida y se impone aun en aquellos últimos rincones que parecían reservados a los happy few.
El hecho que necesitamos someter a anatomía puede formularse bajo estas dos rúbricas: primera, las masas ejercitan hoy un repertorio vital que coincide, en gran parte, con el que antes parecía reservado exclusivamente a las minorías; segunda, al propio tiempo, las masas se han hecho indóciles frente a las minorías; no las obedecen, no las siguen , no las respetan, sino que, por el contrario, las dan de lado y las suplantan.
La masa, que iba entusiasmándose con la idea de esos derechos como un ideal, no los sentía en si, no los ejercitaba ni hacia valer, sino que de hecho, bajo las legislaciones democráticas, seguía viviendo, seguía sintiéndose a si misma como el antiguo régimen. Cuando algo fue ideal se hace ingrediente de la realidad, inexorablemente deja de seer ideal. Ahora bien: el sentido de aquellos derechos no era otro que sacar las almas humanas de su interna servidumbre y proclamar dentro de ellas una cierta conciencia de señorío y dignidad. ¿No era esto lo que se quería?¿que el hombre medio se sintiese amo, dueño, señor de sí mismo y de su vida? Ya está logrado.
Se requiere que el hombre medio sea señor. Entonces no extrañe que actúe por sí y ante sí, que reclame todos los placeres, que imponga decidido su voluntad, que se niegue a toda servidumbre, que no siga dócil a nadie, que cuide su persona y sus ocios, que perfile su indumentaria: son algunos de los atributos perennes que acompañan a la conciencia de señorío. Hoy los hallamos residiendo en el hombre medio, en la masa. El hombre medio representa el área sobre que se mueve la historia de cada época. Ese estado psicológico de sentirse amo y señor de sí e igual a cualquier otro individuo, que en Europa sólo los grupos sobresalientes lograban adquirir, es lo que desde el siglo XVIII prácticamente desde siempre, acontecía en América.
El triunfo de las masas y la consiguiente magnifica ascensión de nivel vital han acontecido en Europa por razones internas, después de dos siglos de educación progresista de las muchedumbres y de un paralelo enriquecimiento económico de la sociedad. América era el porvenir, pero la historia, como la agricultura, se nutre de los valles y no de las cimas, de la altitud media social y no de las eminencias.
El triunfo de las masas y la consiguiente magnifica ascensión de nivel vital han acontecido en Europa por razones internas, después de dos siglos de educación progresista de las muchedumbres y de un paralelo enriquecimiento económico de la sociedad. América era el porvenir, pero la historia, como la agricultura, se nutre de los valles y no de las cimas, de la altitud media social y no de las eminencias.
"La altura de los tiempos"
El imperio de las masas presenta, pues, una vertiente favorable en cuanto significa una subida de todo el nivel histórico, y revela que la vida media se mueve hoy en altura superior a la que ayer pisaba. La velocidad del tempo con que hoy marchan las cosas, el ímpetu y energía con que se hace todo, angustian al hombre de temple arcaico, y esta angustia mide desnivel entre la altura de su pulso y la altura de la época.
"Cualquier tiempo pasado fue mejor"
Al mirar atrás e imaginar esos siglos más valiosos, les parecía no dominarlos, sino, al contrario, quedar bajo ellos, como un grado de temperatura, si tuviese conciencia, la sentiría que no contiene en sí el grado superior; antes bien, que hay en éste más calorías que en él mismo.
Ha habido, pues, varias épocas en la historia que se han sentido a sí mismas como arribadas a una altura plena, definitiva: tiempos en que se cree haber llegado al término de un viaje, en que se cumple un afán antiguo y plenifica una esperanza. Es la "plenitud de los tiempos", la completa madurez de la vida histórica, lo esencial para que exista "plenitud de los tiempos" es que un deseo antiguo, el cual venia arrastrándose anheloso y querulante durante siglos, por fin un día queda satisfecho. Y, en efecto, esos tiempos plenos son tiempos satisfechos de sí mismos.
Un tiempo que ha satisfecho su deseo, su ideal, es que ya no desea nada más, que se le ha secado la fontana del desear. Es decir, que la famosa plenitud es en realidad una conclusión. Nuestro tiempo, en efecto, no se siente ya definitivo; al contrario, en su raíz misma encuentra oscuramente la intuición de que no hay tiempos definitivos,seguros, para siempre cristalizados, sino que, al revés, esa pretensión de que un tiempo de al vida -el llamado "cultura moderna"- fuese definitivo, nos parece una obcecación y estrechez inverosímiles del campo visual. La fe en la cultura moderna era triste: era saber que mañana iba a ser en todo lo esencial igual a hoy, que el progreso consistía solamente en avanzar por todos los siempre sobre un camino idéntico al que ya estaba bajo nuestros pies.
Otro día veremos algunas; pero hoy quiero anticipar la más obvia: proviene de que, fieles a una ideología, en mi opinión periclitada, miran de la historia sólo la política o la cultura, y no advierten que todo eso es sólo superficie de la historia; que la realidad histórica es, antes que eso y más hondo que eso, un puro afán de vivir, una potencia parecida a las cósmicas; no a la misma, por tanto, no natural, pero sí hermana de la inquieta al mar, fecundiza a la fiera, pone flor en el árbol, hace temblar la estrella. La decadencia es, claro está, un concepto comparativo. Se decae de un estado superior hacia un estado inferior.
"El crecimiento de la vida"
El imperio de las masas y el ascenso del nivel, la altitud del tiempo que él anuncia, no son a su vez más que síntomas de un hecho más completo y general. Este hecho es casi grotesco e increíble en su misma y simple evidencia.Es, sencillamente, que el mundo, de pronto, ha crecido, y con él y en él, la vida. Por lo pronto, ésta se ha mundializado efectivamente; quiero decir que el contenido de la vida en el hombre de tipo medio es hoy todo el planeta; que cada individuo vive habitualmente todo el mundo. Esta proximidad de lo lejano, esta presencia de lo ausente, ha aumentado en proporción fabulosa el horizonte de cada vida.
Con lo cual matamos espacio y yugulamos tiempo. Al anularlos, los vivificamos, hacemos posible su aprovechamiento vital, podemos estar en más sitios que antes, gozar de más ideas y más venidas, consumir en menos tiempo vital más tiempo cósmico. El crecimiento sustantivo del mundo no consiste en sus mayores dimensiones, sino en que incluya más cosas. Cada cosa es algo que se puede desear, intentar, hacer, deshacer, encontrar, gozar o repeler; nombres todos los que significan actividades vitales. Hoy se pueden comprar muchas más, porque la industria ha abaratado casi todos los artículos.
Pero ahí está: este extrañísimo hecho de nuestra vida posee la condición radical de que siempre encuentra ante sí varias salidas, que por ser varias adquieren el carácter de posibilidades entre las que hemos de decidir. Tanto vale decir que vivimos como decir que nos encontramos en un ambiente de posibilidades determinadas. A este ámbito suele llamarse "las circunstancias". Toda vida es hallarse dentro de la "circunstancia" o mundo. Por que éste es el sentido originario de la idea "mundo". Mundo es el repertorio de nuestras posibilidades vitales. Representa lo que podemos ser;por tanto, nuestra potencialidad vital. De aquí que nos parezca el mundo una cosa tan enorme, y nosotros, dentro de él, una cosa tan menuda. El mundo o nuestra vida posible es siempre más que nuestro destino o vida afectiva. Sin embargo, para el hombre de vida media que habita en las urbes, las posibilidades de gozar han aumentado, en lo que va de siglo, de una manera fantástica.
No he hablado de la cualidad de la vida presente, sino sólo de su crecimiento, de su avance cuantitativo o potencial. Creo con ello describir rigurosamente la conciencia del hombre actual, su tono vital, que consiste en sentirse con mayor potencialidad que nunca y parecerle todo lo pretérito afectado de enanismo. Con más medios, más saber, más técnicas que nunca, resulta que haya habido :puramente a la deriva. De aquí esa extraña dualidad de prepotencia e inseguridad que anida en el alma contemporánea. Le pasa como se decía del Regente durante la niñez de Luis XV: que tenía todos los talentos menos el talento para usar de ellos.
Pero ahí está: este extrañísimo hecho de nuestra vida posee la condición radical de que siempre encuentra ante sí varias salidas, que por ser varias adquieren el carácter de posibilidades entre las que hemos de decidir. Tanto vale decir que vivimos como decir que nos encontramos en un ambiente de posibilidades determinadas. A este ámbito suele llamarse "las circunstancias". Toda vida es hallarse dentro de la "circunstancia" o mundo. Por que éste es el sentido originario de la idea "mundo". Mundo es el repertorio de nuestras posibilidades vitales. Representa lo que podemos ser;por tanto, nuestra potencialidad vital. De aquí que nos parezca el mundo una cosa tan enorme, y nosotros, dentro de él, una cosa tan menuda. El mundo o nuestra vida posible es siempre más que nuestro destino o vida afectiva. Sin embargo, para el hombre de vida media que habita en las urbes, las posibilidades de gozar han aumentado, en lo que va de siglo, de una manera fantástica.
No he hablado de la cualidad de la vida presente, sino sólo de su crecimiento, de su avance cuantitativo o potencial. Creo con ello describir rigurosamente la conciencia del hombre actual, su tono vital, que consiste en sentirse con mayor potencialidad que nunca y parecerle todo lo pretérito afectado de enanismo. Con más medios, más saber, más técnicas que nunca, resulta que haya habido :puramente a la deriva. De aquí esa extraña dualidad de prepotencia e inseguridad que anida en el alma contemporánea. Le pasa como se decía del Regente durante la niñez de Luis XV: que tenía todos los talentos menos el talento para usar de ellos.
"Un dato estadístico"
Nuestra vida, como repertorio de posibilidades, es magnifica, exuberante, superior a todas las históricamente conocidas. La vida que es, lo que podemos ser, vida posible, decidir entre las posibilidades lo que en efecto vamos a ser. Circunstancia y decisión son los dos elementos radicales de que se compone la vida. La circunstancia es lo que de nuestra vida nos es dado e impuesto.
En vez de imponernos una trayectoria, nos impone varias y, consecuentemente, nos da fuerza... a elegir. ¡Sorprendente condición la de nuestra vida! Vivir es sentirse fatalmente forzado a ejercitar la libertad, a decidir lo que vamos a ser en este mundo. Ni un solo instante se deja descansar a nuestra actividad de decisión.
Al contrario: las circunstancias son el dilema, siempre nuevo, ante el cual tenemos que decidirnos. Pero el que decide es nuestro carácter. Todo esto vale también para la vida colectiva. También en ella hay, primero, un horizonte de posibilidades, y, luego, una resolución que elige y decide el modo efectivo de la existencia colectiva.
"En nuestro tiempo, domina el hombre-masa; es él quien decide".
El hombre-masa es el hombre cuya vida carece de proyecto y va a la deriva. Por eso no construye nada, aunque sus posibilidades, sus poderes, sean enormemente superiores.
"Comienza la disección del hombre-masa"
Por lo pronto, un aspecto de omnímoda facilidad material. Nunca ha podido el hombre medio resolver con tanta holgura su problema económico. Cada día agregaba un nuevo lujo al repertorio de su standard vital. Cada día su posición era más segura y más independiente del arbitrio ajeno. El hombre medio, con un bienestar puesto ante él solícitamente por una sociedad y un Estado que son un portento de organización. A esta facilidad y seguridad económicas añadanse las físicas: el confort y el orden público. El hombre medio, desde la segunda mitad del siglo XIX, no halla ante sí barreras sociales ningunas. El hombre medio aprende que todos los hombre son legalmente iguales.
Se trata, en efecto, de una innovación radical en el destino humano, que es implantada por el siglo XIX. Se crea un nuevo escenario para la existencia del hombre, nuevo en lo físico y en lo social. El mundo que desde el nacimiento rodea al hombre nuevo no le mueve a limitarse en ningún sentido, no le presenta veto ni contención alguna, sino que, al contrario, hostiga sus apetitos, que, en principio, pueden crecer indefinidamente. Sino que ademas sugiere a sus habitantes una seguridad radical en que mañana será aún más rico, más perfecto y más amplio, como si gozase de un espontáneo e inagotable crecimiento.
Pero las nuevas masas se encuentran con un paisaje lleno de posibilidades y ademas seguro, y todo ello presto, a su disposición, sin depender de su previo esfuerzo, como hallamos el sol en lo alto sin que nosotros hayamos subido al hombro. Estas masas mimadas son lo bastante poco inteligentes para crecer que esa organización material y social, puesta a su disposición como el aire, es de su mismo origen, ya que tampoco falla, al parecer, y es casi tan perfecta como la natural. Masas beneficiarias, así se explica y define el absurdo estado de ánimo que esas masa revelan: no les preocupa más que su bienestar y al mismo tiempo son insolidarias de las causas de ese bienestar.
"Vida noble y vida vulgar, o esfuerzo e inercia"
Naturalmente: vivir no es más que tratar con el mundo. Y si la impresión tradicional decía: "Vivir es sentirse limitado y, por lo mismo, tener que contar con lo que nos limita", la voz novísima grita: "Vivir es no encontrar limitación alguna; por tanto, abandonarse tranquilamente a sí mismo. Prácticamente nada es imposible, nada es peligroso y, en principio, nadie es superior a nadie. Esta experiencia básica modifica por completo la estructura tradicional, perenne, del hombre-masa. Porque éste se sintió siempre constitutivamente referido a limitaciones materiales y a poderes superiores sociales.
Nunca el hombre-masa hubiera apelado a nada fuera de él si la circunstancia no le hubiese forzado violentamente a ello. Como ahora la circunstancia no le obliga, el eterno hombre-mas, consecuente con su índole, deja de apelar y se siente soberano de su vida. En cambio, el hombre selecto o excelente está constituido por una intima necesidad de apelar de sí mismo a una norma más allá de él, superior a él, a cuyo servicio libremente se pone. Noble significa el "conocido": se entiende el conocido de todo el mundo, el famoso, que se dado a conocer sobresaliendo sobre la masa anónima. Implica un esfuerzo insólito que motivó la fama. Equivale, pues, noble a esforzado o excelente.
Para mí nobleza es sinónimo de la vida esforzada, puesta siempre a superarse a sí misma, a trascender de lo que ya es hacia los que se propone como deber y exigencia. De aquí a que llamemos masa a este modo de ser hombre. Los poquísimos seres que hemos conocido capaces de un esfuerzo espontaneo y lujoso. Son los hombres selectos, los nobles, los únicos activos y no sólo reactivos, para quienes vivir es una perpetua tensión, un incesante entrenamiento. Entrenamiento= áskesis. Son los ascetas, las dos formas puras que en él se mezclan: la masa normal y el auténtico noble o esforzado.
Un hombre nuevo, ha metido en él formidables apetitos, poderosos medios de todo orden para satisfacerlos. Después de haber metido en él todas estas potencias, el siglo XIX lo ha abandonado a sí mismo, y entonces, siguiendo el hombre medio su índole natural, se ha cerrado dentro de sí. Que las masas son incapaces de dejarse dirigir en ningún modo. Porque la textura radical de su alma está hecha de homestismo e indocilidad, porque les falta de nacimiento la función de atender a lo que está más allá de ellas, sean hechos, sean personas. Querrán oír, y descubrirán que son sordas. Pero que se caracteriza por ignorar de raíz los principios mismos de la civilización.
"Por qué las masas intervienen en todo y por qué sólo intervienen violentamente"
Al no echar de menos nada fuera de sí, se instala definitivamente en aquel repertorio. He aquí el mecanismo de la obliteración. Por eso el vanidoso necesita de los demás , busca en ellos la confirmación de la idea que quiere tener de sí mismo. En cambio, al hombre mediocre de nuestros días, al nuevo Adán, no se le ocurre dudar de su propia plenitud. El hermetismo nato de su alma le impide lo que sería condición previa para descubrir su insuficiencia: compararse con otros seres. Compararse sería salir un rato de sí mismo y trasladarse al prójimo. Pero el alma mediocre es incapaz de transmigraciones.
No se trata de que el hombre-masa sea tonto. Por el contrario, el cual es más listo, tiene más capacidad intelectiva que el de ninguna otra época. Pero esa capacidad no le sirve de nada; en rigor, la vega sensación de poseerla le sirve sólo para cerrarse más en sí y no usarla. De una vez para siempre consagra el sí y no usarla. De una vez para siempre consagra el surtido de tópicos, prejuicios, cabos de ideas o, simplemente vocablos hueros que el azar ha amontonado en su interior, y con una audacia que sólo por la inseguridad se explica, los impondrá dondequiera.
Hoy, en cambio, el hombre medio tiene las "ideas" más taxativas sobre cuanto acontece y debe acontecer en el universo. Por eso ha perdido el uso de la audición. ¿para qué oír, si ya tiene dentro cuanto hace falta?. Las "ideas" de este hombre medio no son auténticamente ideas, ni su posesión en cultura. La idea es un jaque a la verdad. Quien quiera tener ideas necesita antes disponerse a querer la verdad y a aceptar las reglas de juego que ella imponga. No hay cultura donde no hay normas a que nuestros prójimos puedan recurrir. No hay cultura donde no hay principios de legalidad civil a que apelar.
El más y el menos de cultura se mide por la mayor o menor precisión de las normas. Donde hay poca, regulan éstas la vida sólo grosso modo: donde hay mucha, penetran hasta el detalle en el ejercicio de todas las actividades. Bajo las especies de sindicalismo y fascismo aparece por primera vez en Europa un tipo de hombre que no quiere dar razones ni quiere tener razón, sino que, sencillamente, se muestra resuelto a imponer sus opiniones. He aquí lo nuevo: el derecho a no tener razón, la razón de la sinrazón. Yo veo en ello la manifestación más palpable del nuevo modo de ser las masas, por haberse resuelto a dirigir la sociedad sin capacidad para ello.
Pero el hombre-masa se sentiría perdido si aceptase la discusión, e instintivamente repudia la obligación de atacar esa instancia suprema que se halla fuera de él. Se suprimen todos los trámites normales y se va directamente a la imposición de lo que se desea. El hermanito del alma, que, como hemos visto antes, empuja a la masa para que intervenga en toda la vida pública, la lleva también, inexorablemente, a un procedimiento único de intervención: acción directa. Perpetuamente el hombre ha acudido a la violencia: unas veces este recuerdo era simplemente un crimen, y no nos interesa. Pero otras era la violencia el medio a que recurría el que había agotado antes todos los demás para defender la razón y la justicia que creía tener.
"Acciona directa" consiste en invertir el orden y proclamar la violencia como prima radio. Es ella la norma que propone la anulación de toda norma, que suprime todo intermedio entre nuestro propósito y su imposición. Es la Charta magna de la barbarie. Fue, pues, siempre el modo de operar natural a las masas. Civilización es, antes que nada, voluntad de convivencia. Se es incivil y bárbaro en la medida en que no se cuente con los demás. La democracia liberal, es prototipo de la "acción indirecta". El liberalismo es el derecho que la mayoría otorga las minorías y es, por tanto, el más noble grito que ha sonado en el planeta.
En casi todos, una masa homogénea pesa sobre el Poder público y aplasta, aniquila todo grupo opresor, La masa no desea la conveniencia con lo que no es ella. Odia a muerte lo que no es ella.
No se trata de que el hombre-masa sea tonto. Por el contrario, el cual es más listo, tiene más capacidad intelectiva que el de ninguna otra época. Pero esa capacidad no le sirve de nada; en rigor, la vega sensación de poseerla le sirve sólo para cerrarse más en sí y no usarla. De una vez para siempre consagra el sí y no usarla. De una vez para siempre consagra el surtido de tópicos, prejuicios, cabos de ideas o, simplemente vocablos hueros que el azar ha amontonado en su interior, y con una audacia que sólo por la inseguridad se explica, los impondrá dondequiera.
Hoy, en cambio, el hombre medio tiene las "ideas" más taxativas sobre cuanto acontece y debe acontecer en el universo. Por eso ha perdido el uso de la audición. ¿para qué oír, si ya tiene dentro cuanto hace falta?. Las "ideas" de este hombre medio no son auténticamente ideas, ni su posesión en cultura. La idea es un jaque a la verdad. Quien quiera tener ideas necesita antes disponerse a querer la verdad y a aceptar las reglas de juego que ella imponga. No hay cultura donde no hay normas a que nuestros prójimos puedan recurrir. No hay cultura donde no hay principios de legalidad civil a que apelar.
El más y el menos de cultura se mide por la mayor o menor precisión de las normas. Donde hay poca, regulan éstas la vida sólo grosso modo: donde hay mucha, penetran hasta el detalle en el ejercicio de todas las actividades. Bajo las especies de sindicalismo y fascismo aparece por primera vez en Europa un tipo de hombre que no quiere dar razones ni quiere tener razón, sino que, sencillamente, se muestra resuelto a imponer sus opiniones. He aquí lo nuevo: el derecho a no tener razón, la razón de la sinrazón. Yo veo en ello la manifestación más palpable del nuevo modo de ser las masas, por haberse resuelto a dirigir la sociedad sin capacidad para ello.
Pero el hombre-masa se sentiría perdido si aceptase la discusión, e instintivamente repudia la obligación de atacar esa instancia suprema que se halla fuera de él. Se suprimen todos los trámites normales y se va directamente a la imposición de lo que se desea. El hermanito del alma, que, como hemos visto antes, empuja a la masa para que intervenga en toda la vida pública, la lleva también, inexorablemente, a un procedimiento único de intervención: acción directa. Perpetuamente el hombre ha acudido a la violencia: unas veces este recuerdo era simplemente un crimen, y no nos interesa. Pero otras era la violencia el medio a que recurría el que había agotado antes todos los demás para defender la razón y la justicia que creía tener.
"Acciona directa" consiste en invertir el orden y proclamar la violencia como prima radio. Es ella la norma que propone la anulación de toda norma, que suprime todo intermedio entre nuestro propósito y su imposición. Es la Charta magna de la barbarie. Fue, pues, siempre el modo de operar natural a las masas. Civilización es, antes que nada, voluntad de convivencia. Se es incivil y bárbaro en la medida en que no se cuente con los demás. La democracia liberal, es prototipo de la "acción indirecta". El liberalismo es el derecho que la mayoría otorga las minorías y es, por tanto, el más noble grito que ha sonado en el planeta.
En casi todos, una masa homogénea pesa sobre el Poder público y aplasta, aniquila todo grupo opresor, La masa no desea la conveniencia con lo que no es ella. Odia a muerte lo que no es ella.
"Primitivismo y técnica"
La rebelión de las masas puede, en efecto, ser tránsito de una nueva y sin par organización de la humanidad, pero también puede ser una catástrofe en el destino humano. Y así los síntomas de nueva conducta que bajo el imperio actual de las masas van apareciendo y agrupábamos bajo el titulo "acción directa", pueden anunciar también futuras perfecciones. Todos estos elementos de la acción indirecta.
El hombre-masa no atiende a razones, y sólo aprende en su propia carne. Porque repárese en el cuál es la situación actual: mientras evidentemente todas las demás cosas de la cultura se han vuelto problemáticas, hay una que cada día comprueba, de la manera más indiscutible y más propia para hacer efecto al hombre-masa, su maravillosa eficiencia: la ciencia empírica.
"Primitivismo e historia"
Esto pasa en el mundo que es sólo Naturaleza. Pero no pasa en el mundo que es civilización, como el nuestro. Todo lo primitivo es selva, el hombre medio actual. No le interesan los valores fundamentales de la cultura, no se hace solidario de ellos, no está dispuesto a ponerse a su servicio. ¿Cómo ha pasado esto? Por muchas cosas; la civilización, cuanto más avanza, se hace más compleja y más difícil. Este desequilibrio entre la sutileza complicada de los problemas y de las mentes será cada vez mayor si no se pone remedio, y constituye la más elemental tragedia de la civilización. Mas ahora es el hombre quien fracasa por no poder seguir emparejado por el progreso de su misma civilización.
Civilización avanzada es una y misma cosa con problemas arduos. De aquí que cuanto mayor sea el progreso, más en peligro está. El saber histórico es una técnica de primer orden para conservar y para continuar una civilización provecta. En su último tercio se inició la involución, el retroceso a la barbarie; esto es, a la ingenuidad y primitivismo de quien no tiene u olvida su pasado. Uno y otro son dos seudoalboradas; no traen la mañana de mañana, sino la de un arcaico día, ya usado una o muchas veces; son primitivismo. Porque eso es lo que hacía el hombre anterior al liberalismo. Y como ya una vez éste triunfó de aquél, repetirá su victoria innumerables veces o se acabará todo en una destrucción de Europa.
"La época del señor"señorito satisfecho""
1º,Una impresión nativa y radical de que la vida es fácil, sobada, sin limitaciones trágicas; por tanto, cada individuo medio encuentra en sí una sensación de dominio y triunfo que, 2º, le invita a afirmarse a si mismo tal cual es, a dar por bueno y completo su haber moral e intelectual. Este contentamiento consigo le lleva a cegarse para toda instancia exterior, a no escuchar, a no poner en tela de juicio sus opiniones y a no contar con los demás. Su sensación íntima de dominio le incita constantemente a ejercer predominio. Actuará, pues, como si sólo él y sus congéneres existieran en el mundo; por tanto, 3º, intervendrá en todo imponiendo su vulgar opinión, sin miramientos, contemplaciones, trámites ni reservas; es decir, según un régimen de "acción directa".
Este repertorio de facciones nos hizo penar en ciertos modos deficientes de ser hombre, como el "niño mimado" y el primitivo rebelde; es decir, el bárbaro. (El primitivo normal, por el contrario, es el hombre más dócil a instancias superiores que ha existido nunca. Este personaje, que ahora anda por todas partes y dondequiera impone su barbarie intima, es, en efecto, el niño mimado de la historia humana. El niño mimado es el heredero que se comporta exclusivamente como heredero. Ahora la herencia es la civilización.
Se halla al nacer instalado, de pronto y sin saber cómo, en medio de su riqueza y de sus prerrogativas. Son el caparazón gigantesco de otra persona, de otro ser viviente, su antepasado. Y tiene que vivir como heredero, esto es, tiene que usar el caparazón de otra vida. Ni la una ni la otra. Está condenado a representar al otro, por tanto, a no ser ni él mismo. Su vida pierde, inexorablemente, autenticidad, y se convierte en pura representación o ficción de otra vida. La sobra de medios que está obligado a manejar no le deja vivir su propio y personal destino, atrofia su vida.
Pues bien, la civilización del siglo XIX es de índole tal que permite al hombre medio instalarse en un mundo sobrado, del cual percibe sólo la superabundancia de medios, pero no las angustias. Se encuentra rodeado de instrumentos prodigiosos, de medicinas benéficas, de Estados previsores, de derechos cómodos. Ignora, en cambio, lo difícil que es inventar estas medicinas e instrumentos y asegurar para el futuro su producción; no advierte lo inestable que es la organización del Estado, y apenas si siente dentro de sí obligaciones. La forma más contradictoria de la vida humana que puede aparecer en la vida humana es el "señorito satisfecho".
Esto, pienso, hace ver con suficiente claridad la anormalidad superlativa que representa el "señorito satisfecho". Porque es un hombre que ha venido a la vida para hacer lo que le dé la gana. En efecto, esta ilusión se hace el "hijo de familia". Pero el "señorito" es el que cree poder comportarse fuera de casa como en casa, el que cree que nada es fatal, irremediable e irrevocable. Por eso cree que puede hacer lo que le dé la gana. Pues bien: "el señorito satisfecho" se caracteriza por "saber" que ciertas cosas no pueden ser y, sin embargo, y por lo mismo, fingir con sus actos y palabras la convicción contraria. El fascista se movilizará con ésta no faltará nunca a la postre y en serio, sino que está ahí. Irremediablemente, en la sustancia misma de la vida europea, y que en ella se recaerá siempre que la verdad haga falta, a la hora de la seriedad.
Este repertorio de facciones nos hizo penar en ciertos modos deficientes de ser hombre, como el "niño mimado" y el primitivo rebelde; es decir, el bárbaro. (El primitivo normal, por el contrario, es el hombre más dócil a instancias superiores que ha existido nunca. Este personaje, que ahora anda por todas partes y dondequiera impone su barbarie intima, es, en efecto, el niño mimado de la historia humana. El niño mimado es el heredero que se comporta exclusivamente como heredero. Ahora la herencia es la civilización.
Se halla al nacer instalado, de pronto y sin saber cómo, en medio de su riqueza y de sus prerrogativas. Son el caparazón gigantesco de otra persona, de otro ser viviente, su antepasado. Y tiene que vivir como heredero, esto es, tiene que usar el caparazón de otra vida. Ni la una ni la otra. Está condenado a representar al otro, por tanto, a no ser ni él mismo. Su vida pierde, inexorablemente, autenticidad, y se convierte en pura representación o ficción de otra vida. La sobra de medios que está obligado a manejar no le deja vivir su propio y personal destino, atrofia su vida.
Pues bien, la civilización del siglo XIX es de índole tal que permite al hombre medio instalarse en un mundo sobrado, del cual percibe sólo la superabundancia de medios, pero no las angustias. Se encuentra rodeado de instrumentos prodigiosos, de medicinas benéficas, de Estados previsores, de derechos cómodos. Ignora, en cambio, lo difícil que es inventar estas medicinas e instrumentos y asegurar para el futuro su producción; no advierte lo inestable que es la organización del Estado, y apenas si siente dentro de sí obligaciones. La forma más contradictoria de la vida humana que puede aparecer en la vida humana es el "señorito satisfecho".
Esto, pienso, hace ver con suficiente claridad la anormalidad superlativa que representa el "señorito satisfecho". Porque es un hombre que ha venido a la vida para hacer lo que le dé la gana. En efecto, esta ilusión se hace el "hijo de familia". Pero el "señorito" es el que cree poder comportarse fuera de casa como en casa, el que cree que nada es fatal, irremediable e irrevocable. Por eso cree que puede hacer lo que le dé la gana. Pues bien: "el señorito satisfecho" se caracteriza por "saber" que ciertas cosas no pueden ser y, sin embargo, y por lo mismo, fingir con sus actos y palabras la convicción contraria. El fascista se movilizará con ésta no faltará nunca a la postre y en serio, sino que está ahí. Irremediablemente, en la sustancia misma de la vida europea, y que en ella se recaerá siempre que la verdad haga falta, a la hora de la seriedad.
"La barbarie del "especialismo""
La tesis era que la civilización del siglo XIX ha producido automáticamente el hombre-masa. Esta civilización del siglo XIX, decía yo, puede resumirse en dos grandes dimensiones: democracia liberal y técnica. La técnica contemporánea nace de la copulación entre el capitalismo y la ciencia experimental. Del siglo V a 1800, Europa no consigue tener una población mayor de 180 millones. De 1800 a 1914 asciende a más de 460 millones. El brinco es único en la historia humana. No cabe dudar de que la técnica ha engendrado al hombre-masa en el sentido cuantitativo de esta expresión. ¿Quien ejerce hoy el poder social? ¿Quien impone la estructura de su espíritu en la época?, la burguesía. Resulta que el hombre de ciencia actual es el prototipo el hombre-masa. Y no por casualidad, ni por defecto unipersonal de cada hombre de ciencia, sino porque la ciencia misma lo convierte automáticamente en hombre-masa; es decir, hace de él un primitivo, un bárbaro moderno.
Ello haría ver cómo, generación tras generación, el hombre de ciencia ha ido contriñéndose, recluyéndose, en un campo de ocupación intelectual cada vez más estrecho, sino más bien lo inverso; cómo en cada generación el científico, por tener que reducir su órbita de trabajo, iba progresivamente perdiendo contacto con las demás partes de la ciencia, con una interpretación integral del universo, que es lo único merecedor de los nombres de ciencia, cultura, civilización europea. La ciencia experimental ha progresado en buena parte merced al trabajo de hombres fabulosamente mediocres, y aun menos que mediocres. Es decir, que la ciencia moderna, raíz t símbolo de la civilización actual, da acogida dentro de sí al hombre intelectualmente medio y le permite operar con buen éxito. "Un hombre que sabe". El especialista "sabe" muy bien su mínimo rincón de universo; pero ignora la raíz de todo el resto.
El especialista nos sirve para concretar enérgicamente la especie y hacernos ver todo el radicalismo de su novedad. En sabios e ignorantes, en más o menos sabios, pero el especialista no puede ser subsumido bajo ninguna de esas dos categorías. El especialista, pues, que ha hecho posible el progreso de la ciencia experimental durante un siglo, se aproxima a una etapa en que no podrá avanzar por sí mismo si no se encarga una generación, mejor de construirle un nuevo asador en consecuencia más poderoso.
"El mayor peligro,el Estado"
La masa es lo que no actúa por sí misma. Tal es su misión. Pretender la masa actuar por sí misma es, pues, rebelarse, contra su propio destino, y como eso es lo que hace ahora, hablo yo de la rebelión de las masas. Cuando la masa actúa por sí misma, lo hace sólo de una manera, porque no tiene otra: lincha, América es el paraíso de las masas. Actualmente es ya la violencia la retórica del tiempo; los retóricos, los inanes, la hacen suya. Nos encontramos pues, con una réplica de lo que en el capítulo anterior se ha dicho sobre la ciencia: la fecundidad de sus principios la empuja hacia un fabuloso progreso; pero éste impone inexorablemente la especialización, y la especialización amenaza con ahogar a la ciencia. Lo mismo acontece con el Estado.
Una nueva clase social apareció,más poderosa en número y potencia que preexistentes: la burguesía. Esta indina burguesía poseía, ante todo y sobre todo, una cosa: talento, talento práctico. Sabía organizar, disciplinar, dar continuidad y articulación al esfuerzo. Como el Estado es una técnica. El Estado contemporáneo es el producto más visible y notorio de la civilización. Imagínese que sobreviene en la vida pública de un país cualquier dificultad, conflicto o problema: el hombre-masa tenderá a exigir que inmediatamente lo asuma el Estado, que se encargue directamente de resolverlo con sus gigantescos e incontrastables medios.
Este es el mayor peligro que hoy amenaza a la civilización: la estatificación de la vida, el intervencionismo del Estado, la absorción de toda espontaneidad histórica, que en definitiva sostiene, nutre y empuja los destinos humanos. Cuando la masa siente alguna desventura. Todo por le Estado; nada fuera del Estado; nada contra el Estado. Bastaría esto para descubrir en el fascismo un típico movimiento de hombre-mas.
Segunda Parte: ¿Quién manda en el mundo?
Su principal característica consiste en que, sintiéndose vulgar, proclama al derecho a la vulgaridad y se niega a reconocer instancias superiores a él. También hay, relativamente, pueblos-masa resueltos a rebelarse contra los grandes pueblos creadores, minoría de estirpes humanas que han organizado la historia. Los pueblos-masa han resuelto dar caducado aquel sistema de normas que es la civilización europea, pero como son incapaces de crear otro, no saben qué hacer, y para llenar el tiempo se entregan a la cabriola. Esta es la primera consecuencia que sobreviene cuando en el mundo deja de mandar alguien: que los demás, al rebelarse, se quedan sin tarea, sin programa de vida.
Un automóvil de hace diez años parece más viejo que una locomotora de hace veinte, simplemente porque los inventos de la técnica automovilística se han sucedido con mayor rapidez. Esta decadencia que se origina en el brote de nuevas juventudes es un síntoma de salud. Esta es la horrible situación intima en que se encuentra ya las juventudes mejores del mundo. De puro sentirse libres, exentas de trabas, se sienten vacías. Porque vivir es tener que hacer algo determinado, y en la medida en que eludamos poner a algo nuestra existencia evacuamos nuestra vida. Mandar es dar quehacer a las gentes, meterlas en su destino, en su quicio; impedir se extravagancia, las cual suele ser vagancia, su vida vacía, desolación. El camouflage es, por esencia, una realidad que no es la que parece. Su aspecto oculta, en vez de declarar, su sustancia. Pos eso engaña a la mayor parte de las gentes. Se olvida que hay dos grandes tipos de evolución para un pueblo. Hay el pueblo que nace en un "mundo" vacío de toda civilización. Ejemplo: el egipcio o el chino. En un pueblo así, todo es autóctono, y sus gestos tienen un sentido claro y directo. Pero hay otros pueblos que germinan y se desarrollan en un ámbito ocupado ya por una cultura de añeja historia. El joven no necesita razones para vivir;sólo necesita pretextos. Por razones distintas que Rusia, los Estado Unidos significan también un caso de esa especifica realidad histórica que llamamos "pueblo nuevo". Se cree que esto es una frase, cuando es una cosa tan efectiva como la juventud, que se ha puesto al servicio del mandamiento contemporáneo "técnica", como podía haberse puesto al servicio del budismo si éste fuese la orden del día.
La función de mandar y obedecer es la decisiva en toda la sociedad, pero como es social en su más elemental textura, queda trastornado en su índole privada por mutaciones que en rigor sólo afectan inmediatamente a la colectividad, vivir es algo que cada cual hace por sí y para sí. Vivir es ir disparado hacia algo, es caminar hacia una meta. La meta no es mi caminar, no es mi vida; es algo a que pongo ésta y que por lo mismo está fuera de ella, más allá. Si me resuelvo a andar sólo por dentro de mi vida, egoístamente, no avanzo, no voy a ninguna parte; doy vueltas y revueltas en un mismo camino que no lleva a nada, que se pierde en sí mismo, de puro no ser más que caminar por dentro de sí. El mando consiste en una presión que se ejerce sobre los demás. Pero no consiste sólo en esto. Si fuera esto sólo, sería violencia. No se olvide que mandar tiene doble efecto: se manda a alguien, pero se le manda algo. Y lo que se le mada es, a la postre, que participe en una empresa, en un gran destino histórico. Por eso no hay imperio sin programa de vida, precisamente sin un plan de vida imperial. Como dice el verso de Schiller:
¿Quién manda en el mundo?
El Estado es, en definitiva, el estado de la opinión: una situación de equilibrio, de estática. Lo que pasa es que a veces la opinión pública no existe. Una sociedad dividida en grupos discrepantes, cuya fuerza de opinión queda recíprocamente anulada, no da lugar a que se constituya un mando. ¿Cómo ha de entenderse este predomino? La mayor parte de los hombres no tiene opinión, y es preciso que ésta le venga de fuera a presión, como entra el lubricante en las máquinas. Por eso es preciso que el espíritu tenga poder y lo ejerza, para que la gente que no opina opine. Sin opiniones, la convivencia humana sería el caos; menos aún: la nada histórica.
Su principal característica consiste en que, sintiéndose vulgar, proclama al derecho a la vulgaridad y se niega a reconocer instancias superiores a él. También hay, relativamente, pueblos-masa resueltos a rebelarse contra los grandes pueblos creadores, minoría de estirpes humanas que han organizado la historia. Los pueblos-masa han resuelto dar caducado aquel sistema de normas que es la civilización europea, pero como son incapaces de crear otro, no saben qué hacer, y para llenar el tiempo se entregan a la cabriola. Esta es la primera consecuencia que sobreviene cuando en el mundo deja de mandar alguien: que los demás, al rebelarse, se quedan sin tarea, sin programa de vida.
Un automóvil de hace diez años parece más viejo que una locomotora de hace veinte, simplemente porque los inventos de la técnica automovilística se han sucedido con mayor rapidez. Esta decadencia que se origina en el brote de nuevas juventudes es un síntoma de salud. Esta es la horrible situación intima en que se encuentra ya las juventudes mejores del mundo. De puro sentirse libres, exentas de trabas, se sienten vacías. Porque vivir es tener que hacer algo determinado, y en la medida en que eludamos poner a algo nuestra existencia evacuamos nuestra vida. Mandar es dar quehacer a las gentes, meterlas en su destino, en su quicio; impedir se extravagancia, las cual suele ser vagancia, su vida vacía, desolación. El camouflage es, por esencia, una realidad que no es la que parece. Su aspecto oculta, en vez de declarar, su sustancia. Pos eso engaña a la mayor parte de las gentes. Se olvida que hay dos grandes tipos de evolución para un pueblo. Hay el pueblo que nace en un "mundo" vacío de toda civilización. Ejemplo: el egipcio o el chino. En un pueblo así, todo es autóctono, y sus gestos tienen un sentido claro y directo. Pero hay otros pueblos que germinan y se desarrollan en un ámbito ocupado ya por una cultura de añeja historia. El joven no necesita razones para vivir;sólo necesita pretextos. Por razones distintas que Rusia, los Estado Unidos significan también un caso de esa especifica realidad histórica que llamamos "pueblo nuevo". Se cree que esto es una frase, cuando es una cosa tan efectiva como la juventud, que se ha puesto al servicio del mandamiento contemporáneo "técnica", como podía haberse puesto al servicio del budismo si éste fuese la orden del día.
La función de mandar y obedecer es la decisiva en toda la sociedad, pero como es social en su más elemental textura, queda trastornado en su índole privada por mutaciones que en rigor sólo afectan inmediatamente a la colectividad, vivir es algo que cada cual hace por sí y para sí. Vivir es ir disparado hacia algo, es caminar hacia una meta. La meta no es mi caminar, no es mi vida; es algo a que pongo ésta y que por lo mismo está fuera de ella, más allá. Si me resuelvo a andar sólo por dentro de mi vida, egoístamente, no avanzo, no voy a ninguna parte; doy vueltas y revueltas en un mismo camino que no lleva a nada, que se pierde en sí mismo, de puro no ser más que caminar por dentro de sí. El mando consiste en una presión que se ejerce sobre los demás. Pero no consiste sólo en esto. Si fuera esto sólo, sería violencia. No se olvide que mandar tiene doble efecto: se manda a alguien, pero se le manda algo. Y lo que se le mada es, a la postre, que participe en una empresa, en un gran destino histórico. Por eso no hay imperio sin programa de vida, precisamente sin un plan de vida imperial. Como dice el verso de Schiller:
Cuando los reyes construyen,
tienen que hacer los carreros.
El egoísmo aparente de los grandes pueblo y de los grandes hombres es la dureza inevitable con que tiene que comportarse quien tiene su vida puesta a una empresa.
La decadencia de Europa. Ya es sorprendente el detalle de que esta decadencia no haya sido notada primeramente por los extraños, sino que el descubrimiento de ella se deba a los europeos mismos. Cuando nadir, fuera del viejo continente, pensaba en ello, ocurrió a algunos hombres de Alemania, de Inglaterra, de Francia, esta sugestiva idea: ¿No será que empezamos a decaer? La idea ha tenido buena prensa, y hoy todo el mundo habla de la decadencia europea como de una realidad inconcusa. Definir la actual decadencia europea, es el conjunto de dificultades económicas que encuentra hoy delante de cada una de las naciones europeas. ¿Es que, por ventura, el alemán o el inglés no se sienten hoy capaces de producir más y mejor que nunca? Pues lo curioso es, precisamente, la depresión indiscutible de sus ánimos no proviene de que se sientan poco capaces, sino, al contrario, de que sintiéndoos con más potencialidad que nunca, tropiezan con ciertas barreras fatales que les impiden realizar lo que muy bien podrían.
¿Para qué no es eficaz? Porque la eficacia es la virtud que en utensilio tiene para producir una finalidad. En este caso la finalidad sería la solución de los problemas públicos en cada nación. La ineficacia de los Parlamentos. Sería inútil sustituir el detalle de sus instituciones, porque lo irrespetable no son éstas, sino al Estado mismo, que se ha quedado chico. Por vez primera, al tropezar el europeo en sus proyectos económicos, políticos, intelectuales, con los límites de su nación, siente que aquéllos son inconmensurables con el tamaño del cuerpo colectivo en que está encerrado. Y, sin embargo, el fabricante europeo de automóviles sabe muy bien que la superioridad del producto americano no procede de ninguna virtud específica gozada por el hombre de ultramar, sino sencillamente de que la fábrica americana puede ofrecer su producto sin traba alguna a ciento veinte millones de hombres. La "racionalización" de la industria es consecuencia automática de su tamaño. La situación autentica de Europa vendría, por tanto, a ser ésta: su magnifico y largo pasado la hace llegar a un nuevo estadio de vida donde todo ha crecido; pero a la vez las estructuras supervivientes de ese pasado son enanas e impiden la actual expansión.
La polis no es primordialmente un conjunto de casas habitables, sino un lugar de ayuntamiento civil, un espacio acotado para funciones públicas. La urbe no está hecha, como la cabaña o el domus, para cobijarse de la intemperie y engendrar, que son menesteres privados y familiares, sino para discutir sobre la cosa pública. Pero el grecorromano decide separarse del campo, de la "naturaleza" del cosmos geobotánico. ¡Dónde irá, si el campo es toda la tierra, si es lo limitado! Muy sencillo: limitando un trozo de campo mediante unos muros que opongan el espacio incluso y finito al espacio amorfo y sin fin. La plaza, es pura y simplemente la negación del campo. La plaza, merced a los muros que la acotan, es un pedazo de campo que se vuleve de espaldas al resto, que prescinde del resto y se opone a él. Este campo menor y rebelde, que practica secesión del campo infinito y se reserva a sí mismo frente a él, es campo abolido y, por tanto, un espacio sui generis, novísimo, en que el hombre se deja a éstos fura y crea un ámbito aparte puramente humano. Es el espacio civil.
Sócrates, "Yo no tengo que ver con los árboles en el campo: yo sólo tengo que ver con los hombres en la ciudad", la lucha incesante entre esos dos espacios: entre la ciudad racional y el campo vegetal, entre el jurista y el labriego, entre ius y el rus. Synoikismos es acuerdo de irse a vivir juntos; ayuntamiento, estrictamente en el doble sentido físico y jurídico de este vocablo. La urbe es la supercasa, la superación de la casa o nido inframundo, la creacion s¡de una entidad más abstracta y más alta que el oikos familiar. Es la república, la politeia. que no se compone de hombres y mujeres, sino de ciudadanos. Por una parte, la palabra "estado" indica que las fuerzas históricas consiguen una combinación de equilibrio, de asiento. En este sentido significa lo contrario de movimiento histórico: el Estado es convivencia estabilizada, constituida, estática. Con esto quiero decir que el Estado no es una forma de sociedad que el hombre se encuentra dada y en regalo, sino que necesita fraguarla penosamente.
El Estado comienza cuando el hombre se afana por evadirse de la sociedad nativa dentro de la cual la sangre lo ha inscrito. La ciudad nace por reunión de pueblos diversos. Construye sobre la heterogeneidad zoológica una homogeneidad abstracta de jurisprudencia. Es el propósito de empresas vitales mayores que las posibles a las minúsculas sociedades consanguíneas. Varias colectividades pequeñas cuya estructura social está hecha para que viva cada cual hacia dentro de sí misma. La forma social de cada una sirve sólo para una convivencia interna. Esto indica que en el pasado vivieron efectivamente aisladas, cada una por sí y para sí, sin más que contactos excepcionales con las limítrofes. El principio estatal es el movimiento que lleva a aniquilar las formas sociales de convivencia interna, sustituyéndosloas por una forma social adecuada a la nueva convivencia externa. El Estado comienza por ser una obra de imaginación absoluta. La imaginación es el poder liberador que el hombre tiene.
El hombre de cabeza clara es el que se liberta de esas "ideas" fantasmagóricas y mira de frente a la vida, y se hace cargo de que todo en ella es probablemático, y se siente perdido. Como esto es la pura verdad, el que lo acepta ya ha empezado a encontrarse, ya ha comenzado a descubrir su auténtica realidad, ya está en lo firme. (La mayor parte de los hombres de ciencia se han dedicado a ellos por terror a enfrentarse con su vida. No son cabezas claras; de aquí su notoria torpeza ante cualquier situación concreta). Nuestras ideas científicas valen en la medida en que nos hayamos sentido perdidos ante una cuestión, en que vayamos visto bien su carácter problemático y comprendamos que no podemos apoyarnos en ideas recibidas, en recetas, en lemas ni vocablos. La política es mundo más real que la ciencia, porque se compone de situaciones únicas en que el hombre se encuentra de pronto sumergido, quiera o no. Por eso es el tema que nos permite distinguir mejor quiénes son cabezas claras y quiénes son cabezas rutinarias. La salud de las democracias, cualesquiera que sean su tipo y su grado, depende de un mísero detalle técnico: el procedimiento electoral. Si el régimen de comicios es acertado, si se ajusta a la realidad, todo va bien; si no, aunque el resto marche óptimamente, todo va mal.
"Príncipe" un ciudadano como los demás, pero que era investido de poderes superiores, a fin de regular el funcionamiento de las instituciones republicanas. De aquí que todo su vivir es en cierto modo revivir. Esto es ser arcaizante y esto lo fue casi siempre el antiguo. El filólogo es también ciego para el porvenir. También él retrograda, busca a toda actualidad un precedente, al cual llama lindo vocablo de égloga, su "fuente". César es aproximadamente lo contrario que Alejandro. César Imperio romano que no viva de Roma, sino de la periferia, de las provincias, y esto implica la superación absoluta del Estado-ciudad. Un Estado donde los pueblos más diversos colaboren, de que todos se sientan solidarios. No un centro que manda y una periferia que obedece, sino un gigantesco cuerpo social, donde cada elemento sea a la vez sujeto pasivo y activo del Estado. Tal es el Estado moderno, y ésta fue la fabulosa anticipación de su genio futurista. Los nuevos Estados aparecen ya formados por grupos de natividad independientes. Son combinaciones de sangres distintas.
Es evidente la presencia de dos principios: uno, variable y siempre superado; otro, permanente, que salta libérrimo sobre todos esos límites y postula como unidad lo que aquél consideraba precisamente como radical contraposición. Los folólogos "historiadores" la verdad pura es que las naciones actuales son tan sólo la manifestación actual de aquel principio variable, condenado a perpetua superación. ¿Qué fuerza real ha producido esa convivencia de millones de hombres bajo una soberanía del Poder público que llamamos Francia, o Inglaterra, o España, o Italia, o Alemania? No ha sido la previa comunidad de sangre porque cada uno de esos cuerpos colectivos está regado por torrentes cruentos muy heterogéneos. No ha sido tampoco la unidad lingüística, porque los pueblo hoy reunidos en un Estado hablaban o hablan todavía idiomas distintos. La relativa homogeneidad de raza y lengua de que hoy gozan es resultado de la previa unificación política.
La realidad histórica de la famosa "frontera natural" consiste sencillamente en ser un estorbo a la expansión del pueblo A sobre el pueblo B. Porque es un estorbo para A, es una defensa para B. La idea de "frontera natural" implica, pues, ingenuamente, como más natural aún que la frontera, la posibilidad de la expansión y fusión ilimitada entre los pueblos. ¿Cuál ha sido entonces el papel de las fronteras en la formación de las nacionalidades, ya que no han sido el fundamento positivo de éstas?. Las fronteras han servido para consolidar en cada momento la unificación política ya lograda. Al principio fueron estorbo, y luego, una vez allanadas, fueron medio material para asegurar la unidad. ¿Por qué, en definitiva, se creyó necesario recurrir a raza, lengua y territorio nativos para comprender el hecho maravilloso de las modernas naciones? Pura y simplemente, porque en éstas hallamos una intimidad y solidaridad radical de los individuos con el Poder público desconocidas en Estado antiguo.
La decadencia de Europa. Ya es sorprendente el detalle de que esta decadencia no haya sido notada primeramente por los extraños, sino que el descubrimiento de ella se deba a los europeos mismos. Cuando nadir, fuera del viejo continente, pensaba en ello, ocurrió a algunos hombres de Alemania, de Inglaterra, de Francia, esta sugestiva idea: ¿No será que empezamos a decaer? La idea ha tenido buena prensa, y hoy todo el mundo habla de la decadencia europea como de una realidad inconcusa. Definir la actual decadencia europea, es el conjunto de dificultades económicas que encuentra hoy delante de cada una de las naciones europeas. ¿Es que, por ventura, el alemán o el inglés no se sienten hoy capaces de producir más y mejor que nunca? Pues lo curioso es, precisamente, la depresión indiscutible de sus ánimos no proviene de que se sientan poco capaces, sino, al contrario, de que sintiéndoos con más potencialidad que nunca, tropiezan con ciertas barreras fatales que les impiden realizar lo que muy bien podrían.
¿Para qué no es eficaz? Porque la eficacia es la virtud que en utensilio tiene para producir una finalidad. En este caso la finalidad sería la solución de los problemas públicos en cada nación. La ineficacia de los Parlamentos. Sería inútil sustituir el detalle de sus instituciones, porque lo irrespetable no son éstas, sino al Estado mismo, que se ha quedado chico. Por vez primera, al tropezar el europeo en sus proyectos económicos, políticos, intelectuales, con los límites de su nación, siente que aquéllos son inconmensurables con el tamaño del cuerpo colectivo en que está encerrado. Y, sin embargo, el fabricante europeo de automóviles sabe muy bien que la superioridad del producto americano no procede de ninguna virtud específica gozada por el hombre de ultramar, sino sencillamente de que la fábrica americana puede ofrecer su producto sin traba alguna a ciento veinte millones de hombres. La "racionalización" de la industria es consecuencia automática de su tamaño. La situación autentica de Europa vendría, por tanto, a ser ésta: su magnifico y largo pasado la hace llegar a un nuevo estadio de vida donde todo ha crecido; pero a la vez las estructuras supervivientes de ese pasado son enanas e impiden la actual expansión.
La polis no es primordialmente un conjunto de casas habitables, sino un lugar de ayuntamiento civil, un espacio acotado para funciones públicas. La urbe no está hecha, como la cabaña o el domus, para cobijarse de la intemperie y engendrar, que son menesteres privados y familiares, sino para discutir sobre la cosa pública. Pero el grecorromano decide separarse del campo, de la "naturaleza" del cosmos geobotánico. ¡Dónde irá, si el campo es toda la tierra, si es lo limitado! Muy sencillo: limitando un trozo de campo mediante unos muros que opongan el espacio incluso y finito al espacio amorfo y sin fin. La plaza, es pura y simplemente la negación del campo. La plaza, merced a los muros que la acotan, es un pedazo de campo que se vuleve de espaldas al resto, que prescinde del resto y se opone a él. Este campo menor y rebelde, que practica secesión del campo infinito y se reserva a sí mismo frente a él, es campo abolido y, por tanto, un espacio sui generis, novísimo, en que el hombre se deja a éstos fura y crea un ámbito aparte puramente humano. Es el espacio civil.
Sócrates, "Yo no tengo que ver con los árboles en el campo: yo sólo tengo que ver con los hombres en la ciudad", la lucha incesante entre esos dos espacios: entre la ciudad racional y el campo vegetal, entre el jurista y el labriego, entre ius y el rus. Synoikismos es acuerdo de irse a vivir juntos; ayuntamiento, estrictamente en el doble sentido físico y jurídico de este vocablo. La urbe es la supercasa, la superación de la casa o nido inframundo, la creacion s¡de una entidad más abstracta y más alta que el oikos familiar. Es la república, la politeia. que no se compone de hombres y mujeres, sino de ciudadanos. Por una parte, la palabra "estado" indica que las fuerzas históricas consiguen una combinación de equilibrio, de asiento. En este sentido significa lo contrario de movimiento histórico: el Estado es convivencia estabilizada, constituida, estática. Con esto quiero decir que el Estado no es una forma de sociedad que el hombre se encuentra dada y en regalo, sino que necesita fraguarla penosamente.
El Estado comienza cuando el hombre se afana por evadirse de la sociedad nativa dentro de la cual la sangre lo ha inscrito. La ciudad nace por reunión de pueblos diversos. Construye sobre la heterogeneidad zoológica una homogeneidad abstracta de jurisprudencia. Es el propósito de empresas vitales mayores que las posibles a las minúsculas sociedades consanguíneas. Varias colectividades pequeñas cuya estructura social está hecha para que viva cada cual hacia dentro de sí misma. La forma social de cada una sirve sólo para una convivencia interna. Esto indica que en el pasado vivieron efectivamente aisladas, cada una por sí y para sí, sin más que contactos excepcionales con las limítrofes. El principio estatal es el movimiento que lleva a aniquilar las formas sociales de convivencia interna, sustituyéndosloas por una forma social adecuada a la nueva convivencia externa. El Estado comienza por ser una obra de imaginación absoluta. La imaginación es el poder liberador que el hombre tiene.
El hombre de cabeza clara es el que se liberta de esas "ideas" fantasmagóricas y mira de frente a la vida, y se hace cargo de que todo en ella es probablemático, y se siente perdido. Como esto es la pura verdad, el que lo acepta ya ha empezado a encontrarse, ya ha comenzado a descubrir su auténtica realidad, ya está en lo firme. (La mayor parte de los hombres de ciencia se han dedicado a ellos por terror a enfrentarse con su vida. No son cabezas claras; de aquí su notoria torpeza ante cualquier situación concreta). Nuestras ideas científicas valen en la medida en que nos hayamos sentido perdidos ante una cuestión, en que vayamos visto bien su carácter problemático y comprendamos que no podemos apoyarnos en ideas recibidas, en recetas, en lemas ni vocablos. La política es mundo más real que la ciencia, porque se compone de situaciones únicas en que el hombre se encuentra de pronto sumergido, quiera o no. Por eso es el tema que nos permite distinguir mejor quiénes son cabezas claras y quiénes son cabezas rutinarias. La salud de las democracias, cualesquiera que sean su tipo y su grado, depende de un mísero detalle técnico: el procedimiento electoral. Si el régimen de comicios es acertado, si se ajusta a la realidad, todo va bien; si no, aunque el resto marche óptimamente, todo va mal.
"Príncipe" un ciudadano como los demás, pero que era investido de poderes superiores, a fin de regular el funcionamiento de las instituciones republicanas. De aquí que todo su vivir es en cierto modo revivir. Esto es ser arcaizante y esto lo fue casi siempre el antiguo. El filólogo es también ciego para el porvenir. También él retrograda, busca a toda actualidad un precedente, al cual llama lindo vocablo de égloga, su "fuente". César es aproximadamente lo contrario que Alejandro. César Imperio romano que no viva de Roma, sino de la periferia, de las provincias, y esto implica la superación absoluta del Estado-ciudad. Un Estado donde los pueblos más diversos colaboren, de que todos se sientan solidarios. No un centro que manda y una periferia que obedece, sino un gigantesco cuerpo social, donde cada elemento sea a la vez sujeto pasivo y activo del Estado. Tal es el Estado moderno, y ésta fue la fabulosa anticipación de su genio futurista. Los nuevos Estados aparecen ya formados por grupos de natividad independientes. Son combinaciones de sangres distintas.
Es evidente la presencia de dos principios: uno, variable y siempre superado; otro, permanente, que salta libérrimo sobre todos esos límites y postula como unidad lo que aquél consideraba precisamente como radical contraposición. Los folólogos "historiadores" la verdad pura es que las naciones actuales son tan sólo la manifestación actual de aquel principio variable, condenado a perpetua superación. ¿Qué fuerza real ha producido esa convivencia de millones de hombres bajo una soberanía del Poder público que llamamos Francia, o Inglaterra, o España, o Italia, o Alemania? No ha sido la previa comunidad de sangre porque cada uno de esos cuerpos colectivos está regado por torrentes cruentos muy heterogéneos. No ha sido tampoco la unidad lingüística, porque los pueblo hoy reunidos en un Estado hablaban o hablan todavía idiomas distintos. La relativa homogeneidad de raza y lengua de que hoy gozan es resultado de la previa unificación política.
La realidad histórica de la famosa "frontera natural" consiste sencillamente en ser un estorbo a la expansión del pueblo A sobre el pueblo B. Porque es un estorbo para A, es una defensa para B. La idea de "frontera natural" implica, pues, ingenuamente, como más natural aún que la frontera, la posibilidad de la expansión y fusión ilimitada entre los pueblos. ¿Cuál ha sido entonces el papel de las fronteras en la formación de las nacionalidades, ya que no han sido el fundamento positivo de éstas?. Las fronteras han servido para consolidar en cada momento la unificación política ya lograda. Al principio fueron estorbo, y luego, una vez allanadas, fueron medio material para asegurar la unidad. ¿Por qué, en definitiva, se creyó necesario recurrir a raza, lengua y territorio nativos para comprender el hecho maravilloso de las modernas naciones? Pura y simplemente, porque en éstas hallamos una intimidad y solidaridad radical de los individuos con el Poder público desconocidas en Estado antiguo.
"Se desemboca en la verdadera cuestión"
Esta es la cuestión: Europa se ha quedado sin moral. No es que el hombre-masa menosprecie una anticuada en beneficio de otra emergente, sino que el centro de su régimen vital consiste precisamente en la aspiración a vivir sin supeditarse a moral ninguna. Los gentes, cómicamente, se declaran "jóvenes" porque han oído que el joven tiene más derechos que obligaciones, ya que puede demorar el cumplimiento de éstas hasta las calendas griegas de la madurez. Siempre el joven, como tal, se ha considerado eximido de hacer o haber hecho ya hazañas. Siempre ha vivido de crédito. En realidad, vivimos un tiempo de chantage universal que toma dos formas de mohín complementario: hay el chantage de la violencia y el chantage del humorismo. Con uno o con otro se aspira siempre a lo mismo: que el inferior, que el hombre vulgar pueda sentirse eximido de toda supeditación.
En este ensayo se ha querido dibujar un cierto tipo europeo, analizando sobre todo su comportamiento frente a la civilización misma en que ha nacido. ¿Qué insuficiencias radicales padece la cultura europea moderna? Porque es evidente que, en última instancia, de ellas proviene esta forma humana ahora dominante.
"Epílogo para ingleses"
El pueblo inglés es, en efecto, el hecho, más extraño que hay en el planeta. No me refiero al inglés individual, sino al cuerpo social, a la colectividad de los ingleses. Lo extraño, lo maravilloso no pertenece, pues, al orden psicológico, sino al orden sociológico. Yo sostengo, en cambio, que lo excepcional, que la originalidad extrema del pueblo inglés radica en su manera de tomar el lado social o colectivo de la vida humana, en el modo como sabe ser una sociedad. Téngase presente que Inglaterra no es un pueblo de escritores sino que comerciantes, de ingenieros y de hombres piadosos. Porque Europa fue siempre como una casa de vecindad, donde las familias no viven nunca separadas, sino que mezclan a toda hora su doméstica existencia.
"En cuanto al pacifismo..."
Desde hace veinte años, Inglaterra se ha embarcado en el pacifismo. Es un hecho demasiado notorio que ese pacifismo inglés ha fracasado. Todo lo contrario. ¿Por qué desanimarse?Tal vez las dos únicas cosas a que el hombre no tiene derecho son la petulancia y su opuesto, el desánimo. No hay nunca razón suficiente ni para lo uno ni para lo otro. Yo supongo que los ingleses se disponen ya, serenamente, pero decididamente, a rectificar el enorme error que durante veinte años ha sido su peculiar pacifismo y a sustituirlo por otro pacifismo más perspicaz y más eficiente. Como casi siempre acontece, el defecto mayor del pacifismo inglés ha sido subestimar al enemigo. Esta subestima les inspiró un diagnóstico falso. El pacifista ve en la guerra un daño, un crimen o un vicio.
Pensó que para eliminar la guerra bastaba con no hacerla o, la sumo, con trabajar en que no se hiciese. La guerra, sólo puede evitarse si se entiende por paz un esfuerzo todavía mayor, un sistema de esfuerzos complicadísimos y que, en parte, requieren la venturosa intervención del genio. La paz no "está ahí", sencillamente, presta sin más para que el hombre la goce. La paz no es fruto espontáneo de ningún árbol. La guerra, repitamos, era un medio que habían inventado los hombres para resolver ciertos conflictos. La renuncia a la guerra no suprime estos conflictos. Al contrario, los deja más intactos y menos resueltos que nunca. La ausencia de pasiones, la voluntad pacífica de todos los hombres resultarían solución y, mientras no se inventase otro medio, la guerra reaparecería inexorablemente en ese imaginario planeta habitado sólo por pacifistas. La paz, por ejemplo, es el derecho como forma de trato entre los pueblos. Pues bien: el pacifismo usual daba por supuesto que ese derecho existía, que estaba ahí a disposición de los hombres y que sólo las pasiones de éstos y sus instintos de violencia inducían a ignorarlo, Ahora bien: esto es gravemente opuesto a la verdad.
Porque es inmoral pretender que una cosa deseada se realice mágicamente, simplemente porque la deseamos. Sólo es moral el deseo al que acompaña la severa voluntad de aprontar los medios de su ejecución. El profeta; el político, todas las grandes épocas de la historia han nacido de la sutil colaboración entre esos dos tipos de hombre. Y tal vez una de las causas profundas del actual desconcierto sea desde hace dos generaciones los políticos se han declarado independientes y han cancelado esa colaboración. Dentro del pueblo se producen las revoluciones, y entre los pueblos estallan las guerras. En el derecho internacional, esta incongruencia entre la estabilidad de la justicia y la movilidad de la realidad, que el pacifista quiere someter a aquélla, llega a su máxima potencia. Considerada en lo al derecho importa, la historia es, ante todo, el cambio en el reparto del poder sobre la tierra, Y mientras no existan principios de justicia que, siquiera en teoría, regulen satisfactoriamente esos cambios del poderío, todo pacifismo es pena de amor perdida. El hombre necesita un derecho dinámico, un derecho plástico y en movimiento, capaz de acompañar a la historia en su metamorfosis.
Porque la elasticidad es la condición que permite a un derecho ser plástico, y si se le atribuye un margen, es que se prevé su movimiento. Porque el derecho nos parecería ser un fenómeno que acontece dentro de las sociedades, y el llamado "internacional" nos invita, por el contrario, a imaginar un derecho que acontece entre ellas; es decir, en un vacío social. En ese vacío social las naciones se reunirían, y mediante un pacto crearían una sociedad nueva, que seria, por mágica virtud de los vocablos, la Sociedad de Naciones. Una sociedad constituida mediante un pacto sólo es sociedad en el sentido que este vocablo tiene para el derecho civil, esto es, una asociación. Mas una asociación no puede existir como realidad jurídica si no surge sobre un área donde previamente tiene vigencia un cierto derecho civil. Esa área donde la sociedad pactada surge es otra sociedad preexistente, que no es obra de ningún pacto, sino que es el resultado de una convivencia inveterada.
Si Europa es sólo una pluralidad de naciones, pueden los pacíficos despedirse radicalmente de sus esperanzas. Entre sociedades independiente no puede existir verdaderamente paz. Lo que solemos llamar así es un estado de guerra mínima o latente. En vez de figurarnos las naciones europeas como una serie de sociedades exentas, imaginemos una sociedad única, dentro de la cual se han producido grumos o núcleos de condensación más intensa. La convivencia, sin más, no significa sociedad, vivir en sociedad o formar parte de una sociedad. Convivencia implica sólo relaciones entre individuos. Pero no puede haber convivencia duradera y estable sin que se produzca automáticamente el fenómeno social por excelencia, que son los usos. Una sociedad es un conjunto de individuos que mutuamente se saben sometidos ala vigencia de ciertas opiniones y valoraciones. Según esto, no hay sociedad sin la vigencia efectiva de cierta concepción del mundo, la cual actúa como una última instancia a que se puede recurrir en caso de conflicto.
La realidad histórica o, más vulgarmente dicho, lo que pasa en el mundo humano, no es un montón de hechos sueltos, sino que posee una estricta anatomía y una clara estructura. Es más: acaso es lo único en el universo que tiene por sí mismo estructura, organización. Todo lo demás carece de ella Son hechos sueltos a los que el físico tiene que inventar una estructura imaginaria. Pues bien: nada debiera hoy importar tanto al pacifista como averiguar qué es lo que pasa en esos senos profundos del cuerpo occidental, cuál es su índice actual de socialización, por qué se ha volatilizado el sistema tradicional de "vigencias colectivas", y si, a despecho de las apariencias, conserva alguna de éstas latente vivacidad. Porque el derecho es operación espontanea de la sociedad, pero la sociedad es convivencia bajo instancias. Europa está hoy desocializada o, lo que es igual, faltan principios de convivencia que sean vigentes y a que quepa recurrir. Una parte de Europa se esfuerza en hacer triunfar unos principios que considera "nuevos", la otra se esfuerza en defender los tradicionales.
Ahora bien esas vigencias, en el momento en que es preciso luchar en pro de un principio, quiere decirse que éste no es aún o ha dejado de ser vigente. Viceversa, cuando es con plenitud vigente, lo único que hay que hacer es usar de él, referirse a él´ampararse en él, como se hace con la ley de gravedad. Ello es que el pacifista necesita hacerse cargo de que se encuentra en un mundo donde falta o está muy debilitado el requisito principal para la organización de la paz. En el tanto de unos pueblos con otros no cabe recurrir a instancias superiores, porque no las hay. La atmósfera de sociabilidad en que flotaban y que, interpuesta, como un éter benéfico entre ellos, les permitía comunicar suavemente, se ha aniquilado. La pura verdad es que, desde hace años, Europa se halla en estado de guerra, en un estado de guerra sustancialmente más radical que en todo pasado. Y el origen que ha atribuido a esta situación me parece confirmado por el hecho de que no solamente existe una guerra virtual entre los publos, sino que dentro de cada uno hay, declarada o preparándose, una grave discordia.
Para los efectos de la vida pública universal, el tamaño del mundo súbitamente se ha contraído, se ha reducido. Los pueblos se han encontrado de improviso dinámicamente más próximos,. Y esto acontece precisamente a la hora en que los pueblos europeos se han distanciado más moralmente. Tal vez, con ciertas reservas, pudiera decirse que las formas de saludo son funciones de ka densidad de población, por tanto, de la distancia normal a que están unos hombres de otros. La causa de ellos es relativamente obvia. las realidades que enjuicia son lo que efectivamente ha pasado el mismo sujeto que las enjuicia.
Una opinión sobre esta lectura que me dejo pensando de una manera muy abundante es que me dio a entender muchas cosas con las cuales convivimos diariamente y el porque de su comportamiento, lo cual me parece algo grandioso ya que realmente cosas como el efecto masa, siempre me habían llamado la atención ya que es algo que desde muy pequeño uno ve y no comprendía, pero ahora más bien me siento mayormente informado que muchas de las personas las cuales se ven diariamente en la calle con muchas dudas sobre el hombre-masa y el hombre, muchos factores que está lectura aclara y explica de una manera muy eficaz en la cual uno realmente comprende todo lo que pasa con la sociedad, la cual cada vez se parece más al hombre-masa dejando por fuera al hombre que se era anteriormente.
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